lunes, 18 de junio de 2018

PRÓLOGO DE "RINCONES" POR DAVID SORBILLE


PRÓLOGO 

 La poesía no es una carrera;
es un destino”.

Alejandra Pizanik


      La melodía del alma de Elisabet Cincotta, se despliega en este nuevo poemario, sensual y perdurable, con la certeza de un manifiesto ante lo que define: la deuda del mundo con el mundo.

      La lectura de sus poemas nos permite adentrarnos en un verdadero universo de sabores y recuerdos de su vida familiar.       La infancia y la adolescencia proyectan sus matices como: estrellas que compensan / las cosas añoradas.

      Las fotografías del pasado conforman una manera lúdica para exponer los sentimientos, para confiarnos su testimonio existencial con metáforas e imágenes de notable construcción. 

      Elisabet nos transmite sus vivencias desde un protagonismo capaz de denunciar las miserias humanas, la hipocresía y el cinismo de los que están lejos del dolor y del perdón, la crueldad que ciega a las mujeres y las convierte en: cenizas ante tanta injusticia.

      De ahí que, la acompañamos en el jardín de las estaciones de su vida donde pervive una sed por la luz, esa infinita iluminación que otorga la fortaleza de un espíritu que desafía al tiempo, pues: es hora de avanzar con sueños.

     Elisabet sabe enfrentar los contratiempos a fuerza de convicciones y palabras, y nos conmueve con su dedicatoria a Julia del Prado Morales: desde tu sol maduro / y mi quebrada / brindamos por la poesía.

      Pero, Abril es Brenda: la dicha, el sueño convertido en realidad: de mamá primera; y los poemas que siguen se tornan en latidos, acarician los instantes plenos y también la soledad, el estremecimiento y la muerte, en tanto vuelve otra vez a reclamar a viva voz por las mujeres golpeadas sin nombre: sin tumba, / sin cuerpo, / con llanto, / con rezo, / con ruego.

      Es así como, el carrusel de la vida gira al mismo tiempo que Elisabet desenmascara la soberbia y la envidia que lacera para responder con la palabra: que sale por las manos embanderando resistencia.

      “Rincones”, contiene sensaciones entrañables, un pronunciamiento por la libertad y la fidelidad a ese lugar justo para resarcir el error y dejar que el perdón nos abrace con su sentido reparador.

      En su magnífica producción, existe un marcado predominio en restaurar lo perdido, a partir de las mismas ausencias y angustias del devenir, como reflejos en espejo.

      Elisabet se dice y se descubre, entre la bruma y el amanecer donde sus versos transitan el camino del valor humano como factor determinante: Somos nosotros y mil nosotros / parte de alguna y todas las historias.

     No hay secretos, pero sí memoria en el silencio en donde nos reencontramos con las manos, los gestos, las mariposas, el viento de la paz, el rocío, los atardeceres, los fracasos y las letanías, la lluvia de otoño y los bellos momentos, las flores de la cuna y los rincones de la casa, la amistad sin dobleces, el goce de las noches, las ilusiones y el desconsuelo, el conocimiento del amor y los pétalos convertidos en versos y en destino.       

      Por eso, ahora debo referirme al placer que me embarga en estos momentos de gratitud a la autora por aceptar estas elucubraciones como prólogo a su excelente poemario. Pues, la poesía de Elisabet Cincotta, parafraseando a nuestro admirado Jorge Luis Estrella, no sólo es perfecta belleza sino que no es efímera, es como un rosal sin espinas.  


David Antonio Sorbille


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